Dos jirafas que me
observan, preocupadas, como si no me hubieran visto nunca, a pesar de que
duermen todas las noches frente a mí. Marlene Dietrich que me mira fijamente
desde un cuadro, y me traspasa, porque está muerta y los muertos lo traspasan
todo. Un farol imitación a antiguo que cuelga del techo en un rincón. Un reloj
despertador muy viejo, detenido a las seis y veinticinco, que ni tulle ni
mulle. Una estatua muy bella y estilizada de una diosa hindú. El retrato de un
tigre verde. Pequeños espejos enmarcados de diferentes formas y tamaños, que me
miran, si no es uno es otro, pero siempre hay alguno que me refleja. Un armario
antiguo, labrado y marrón, con dos puertas de espejo de cuyos tiradores cuelgan
dos borlas beige de flecos dorados, que recuerdan aquellas acogedoras y lejanas
estancias parisinas forradas de terciopelo. Un sombrero olvidado. Una gorra
plana que nunca me pongo. Un baúl y otros bonitos muebles a juego con un tiempo
que ya no está, que se marchó antes de que pasara su tiempo. Un cuadro de una
geisha de otro mundo; zapatos por el suelo, la ventana cerrada al ruido y a la
luz, una vieja silla estilo Luís algo, un sillón modernista y anatómico plegado
en un rincón. La cabecera de la cama imitación piel de guepardo, libros junto a
mi silueta sobre las sábanas. Retratos, cajas, maletas y bolsos, en una
estancia blanca de altos techos sin lámpara. Todo está entremezclado, en paz y
sintonía, mis cosas y otras tantas cosas de las vidas que por aquí pasaron.
Luís Corrales, publicado en la Revista Literaria Psicopompo Librería-Café Ediciones Liliputienses 2016
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