Estoy en el
desierto, otra vez el desierto ¿por qué siempre aparezco en este lugar? ¿Por qué es aquí donde un hombre se encuentra a solas con su alma?
Pero en la
búsqueda de mi alma encuentro esta arena ardiente, dorada y escurridiza cual
serpiente ligera que me abrasa los pies.
Aquí la
presencia de Ra es inmensa, angustiosamente poderosa, tan solo el leve cobijo de
Set me ayuda a mantenerme en pie y la presencia de Amón me empuja a continuar, él mantiene mi mente despierta. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Es
todo tan confuso, en este mar de sol y arena los sueños se confunden con la realidad, se dan la mano y pasean juntos entre las dunas, cual enamorados, se
abrazan y se esconden tras las rocas, mientras yo intento guardar la sangre
fría en este infierno de fuego, haciendo grandes esfuerzos para no sucumbir al
cansancio. Si mis fuerzas me abandonan pronto seré pasto de las alimañas y las
hienas se reirán hasta que mi alma abandone para siempre este mundo. Osiris me
espera paciente, está escrito en las estrellas y en el libro sagrado del Anduat.
El cielo es una
bóveda plateada y deslumbrante, únicamente quebrada por la negra silueta del halcón
Horus, que se interpone entre Ra y la tierra, entre Ra y yo. Ahora que advierto
su presencia me siento más tranquilo, me reconforta saber que gozo de tan grata
compañía. Daría mi vida por llegar hasta el Nilo y beber su agua, bañarme como
un pez, dejarme acariciar por su corriente... Pero debo seguir, estos
pensamientos no deben apartarme de mi tarea... ¿mi tarea?... Para realizarla es
necesario que sepa de qué se trata, debo concentrarme o de lo contrario…
Sigo caminando,
el calor es más fuerte, más asfixiante, mis pies comienzan a agrietarse y la arena me
abrasa las heridas. De mi cuerpo emana un sudor ardiente y salado, las rodillas
se me doblan, no soportan apenas el peso de mi cuerpo. La vista se nubla, el
cansancio es insoportable, pido clemencia… Ataviado únicamente con un humilde
faldellín soy presa fácil de la inclemencia abrumadora del poderoso y altivo
Ra… el corazón galopa desbocado, mi cabeza está a punto de
estallar, los pulmones me arden… los pies se hunden en la arena y siento una punzada de fuego: de donde tengo incrustado uno de mis pies surge un escorpión
anaranjado, ha soltado su veneno sobre mí, ha inyectado en mis venas el fruto
de la ira de miles de años. El fluido deletéreo corre ahora por mis venas
quemándome las entrañas cual lava de un volcán. Mi cuerpo inerte cae de bruces sobre la
arena, ahora formo parte de
ella: no puedo respirar, me duelen los pulmones, la pierna está anestesiada por la toxina, mi cabeza da vueltas, no puedo más… me hundo en el fondo del
abismo… me abandono definitivamente y siento un gran alivio en mi descanso… Oh
Osiris…
una corona de fuego entorna mi cabeza, me arde, me oprime…
una corona de fuego entorna mi cabeza, me arde, me oprime…
Despierto en una bella estancia ¿será este el reino de Osiris? A pesar de la penumbra observo como los muros y las columnas están ricamente decorados con escenas de la vida cotidiana de Egipto: los campesinos labran la tierra negra, los vendimiadores recogen las uvas del vino, los pescadores los frutos del Nilo, sacerdotes quemando el incienso en los templos… todo es tan hermoso, el universo vive en el equilibrio de Maat. El frescor es intenso, casi frío. Estoy echado sobre una leve estera, intuyo como una presencia se acerca sin ruido, un precioso perfume invade mis sentidos, es el olor de la mirra, una cálida mano incorpora mi cabeza suavemente, acerca un cuenco de madera a mis labios agrietados, entonces, mientras el agua fresca recorre mi garganta, veo su cara, es una mujer hermosa… me dejo caer en el fondo de sus ojos…- tranquilo –me dice con voz apaciguada -todo pasó, cumpliste tu tarea, la diosa cobra Uadyet te salvó y dejó su marca grabada en tu frente, el ureo sagrado, de este modo los dioses te han elegido a ti Nemmosutsehetepibra Sehetepibra, pero de ahora en adelante todos te conocerán como el faraón Amenemhat I.
LCG
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