
Duerme un hombre en mi puerta:
nadie lo mira.
Me adorno la tristeza.
Me cae sobre la frente una ramita
y se me vuelve enredadera.
Alumbra las penas cotidianas
que me guardan las pupilas.
Cuelgo en la ventana una bufanda:
el peatón aminora la marcha.
Un ojo de avestruz me jura
que nadie nos verá si no miramos.
Patricia Amigo Lorido
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