jueves, 31 de marzo de 2016

SONETO A MIGUEL HERNÁNDEZ (Jorge Galán)

Del que se hace, del que se siente, del que se escribe,
del que mienten que el bonito fue un primero.
Del que sólo logras dar si lo recibes,
del que no le pidas peras, si da “peros…”

Del que no se guarda para cuando no haya,
del que sabes de verdad si es verdadero.
Del que dice, si te vas, que no te vayas,
del que no tiene mitad porque es entero.

Del que obliga a los que escriben sobre él,
al dictado de ese “rayo que no cesa”
las palabras que rebosan sus tinteros...

Mi avariciosa voz no las encuentra, Miguel (*),
lo grita, lo sufre, lo confiesa...
Y de tu almendro de nata las requiero...

                                                   (*) Miguel Hernández

Jorge Galán

miércoles, 30 de marzo de 2016

BENDITA LOCURA (Francisco Bermejo)

Siento la necesidad,
bendita necesidad,
de llorar en tinta mi destino,
lamer las heridas provocadas
por constantes caídas
desde el más alto escalafón de mi locura.


Vacías siluetas de amor
irrumpen en mis sueños
convirtiendo en pesadillas
las noches de mísera oscuridad,
destellos de luz homicida
rasgan mi piel para sabotear mi corazón,
maldito espíritu errante
forjador de delirios ilusionista
sin varita ni chistera.

Y me incorporo,
me siento empapado en el lecho que me acoge,
gritos desgarradores de lobos hambrientos de vida
se clavan como cuchillos en mi sien adormecida,
mis manos huyen de sus dedos,
mis dedos se quiebran rígidos,
mi alma incorrupta escupe sudor de soledades,
arrogante, traidor titiritero que caminas
por un alambre sostenido por el miedo infame,
deja que descanse y que mi voz,
que mi voz sea mi consuelo.

Francisco Bermejo

MI CUARTO



Dos jirafas que me observan, preocupadas, como si no me hubieran visto nunca, a pesar de que duermen todas las noches frente a mí. Marlene Dietrich que me mira fijamente desde un cuadro, y me traspasa, porque está muerta y los muertos lo traspasan todo. Un farol imitación a antiguo que cuelga del techo en un rincón. Un reloj despertador muy viejo, detenido a las seis y veinticinco, que ni tulle ni mulle. Una estatua muy bella y estilizada de una diosa hindú. El retrato de un tigre verde. Pequeños espejos enmarcados de diferentes formas y tamaños, que me miran, si no es uno es otro, pero siempre hay alguno que me refleja. Un armario antiguo, labrado y marrón, con dos puertas de espejo de cuyos tiradores cuelgan dos borlas beige de flecos dorados, que recuerdan aquellas acogedoras y lejanas estancias parisinas forradas de terciopelo. Un sombrero olvidado. Una gorra plana que nunca me pongo. Un baúl y otros bonitos muebles a juego con un tiempo que ya no está, que se marchó antes de que pasara su tiempo. Un cuadro de una geisha de otro mundo; zapatos por el suelo, la ventana cerrada al ruido y a la luz, una vieja silla estilo Luís algo, un sillón modernista y anatómico plegado en un rincón. La cabecera de la cama imitación piel de guepardo, libros junto a mi silueta sobre las sábanas. Retratos, cajas, maletas y bolsos, en una estancia blanca de altos techos sin lámpara. Todo está entremezclado, en paz y sintonía, mis cosas y otras tantas cosas de las vidas que por aquí pasaron.

Luís Corrales, publicado en la Revista Literaria Psicopompo Librería-Café Ediciones Liliputienses 2016