jueves, 4 de diciembre de 2014

MOBY DICK

Largar trapo,
por allí resopla
codiciando el aire
bajo los graznidos
que presienten.
Ya vienen,
se avistan las siluetas
de los botes desde el abismo.
Al fulgor del tibio azul
inhala ignorante
la daga de la muerte.


luis corrales

martes, 2 de diciembre de 2014

Evolución religiosa en el Antiguo Egipto

Después de las creencias totémicas y animistas de las distintas tribus que habitaban el valle del Nilo, llegamos al Período pre-dinástico donde los cultos de Horus y Set rivalizaban, uno era del delta, en el norte, y el otro del sur, del desierto. Se cree que eran, junto con Osiris, jefes de clanes y no dioses.
Los hijos de Horus vencieron a los seguidores de Set y unificaron Egipto, fundando el llamado Período tinita, puesto que se establecieron en la ciudad de Tinis. En este período el culto a Horus era el principal, los reyes gobernaban en nombre de Horus.
Durante un breve período se retornó al culto de Set, fue bajo el reinado de Peribsen (cuarto rey de la II dinastía). Pero seguidamente Jasemuy (sexto rey de la II dinastía) concilio los cultos de Set y Horus.
En el Imperio Antiguo, período menfita, los reyes se establecen en Menfis y Ptah se convierte en el dios preponderante.
A partir de la IV dinastía comienza a florecer el culto a Ra fruto de la influencia del clero heliopolitano, asentado en la ciudad sagrada de Heliópolis, la ciudad del dios sol, que propugnaba el destino solar del rey. Sólo el rey podía gozar de la inmortalidad celeste, tal y como se describe en los Textos de las Pirámides, cuando el rey difunto va a encontrarse con Ra en el cielo.
Los sacerdotes de Heliopolis se oponían a la concepción osiriaca del Amenti, e hicieron de éste un lugar funesto de donde nunca se vuelve, favoreciendo así sus creencias de la morada de los inmortales, los Campos de Lalu. Surgen las grandes pirámides como proyección celeste.

Durante la V dinastía heliopolitana Abusir se convierte en la capital de Egipto, y se produce el triunfo definitivo de Ra. Aparecen el Libro de los Muertos y los Textos de las pirámides, y Ra continuará como dios supremo hasta el final de la VI dinastía.
En el Primer Período Intermedio el culto a Osiris comienza a tomar fuerza como contraposición a la teología heliopolitana. También durante este período surge la figura de Amón, dios de la ciudad de Tebas.
En el Imperio Medio el triunfo de los nomarcas tebanos, los llamados Antef, y concretamente el faraón Mentuhotep I convierte a Mentu en dios superior por un pequeño periodo, pero con la llegada al poder de Amenemhat, Amón se convertirá definitivamente en el dios supremo del Imperio egipcio, y además se produce la revolución teológica osiriaca, lo que conlleva que todos los egipcios pueden acceder a la vida eterna, no ya a través de la figura del faraón, sino de manera individual. Durante ese período aparecen los Textos de los Sarcófagos.
Asimismo y fruto de la presión del clero heliopolitano, y como medida política, Amón se fusiona con Ra, convirtiéndose en Amón-Ra, aunque en realidad y en la práctica será el dios Amón quien ejerza de rey del panteón kemita.
La evolución religiosa no sufrirá ya grandes cambios hasta el final de la civilización egipcia propiamente dicha, únicamente el breve paréntesis del monoteísmo de Akenatón, quien impuso al dios Atón en detrimento de las demás deidades, durante unos pocos años.
Restablecidos de nuevo los cultos, Amón continuará siendo el dios principal de Egipto.
Surgieron distintos libros funerarios, entre los que destaca el Am-Duat, también llamado Libro de la cámara oculta o Libro del más allá.


luis corrales

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Oh-siris, sin ti estaríamos perdidos


Kephera se levanta temprano, emerge vigoroso entre las colinas de oriente, Ra después de vencer a sus terribles enemigos del submundo, surge renovado en un nuevo día. Tras dedicarle una breve oración, me incorporo y sacudo la arena incrustada en mis rodillas, giro los talones y miró a occidente, al reino de Hathor, comienzo a caminar… ahora Tebas y el propio disco solar quedan a mi espalda, mis pies descalzos abandonan la fresca y negra tierra del Nilo y se adentran en la roja y polvorienta arena del desierto, me dirijo al valle rocoso… el camino es largo, poco a poco los rayos de Kepri comienzan a castigar mi espalda desnuda, aligero el paso, surge el sudor en la frente para corretear hasta la punta de la nariz y caer hasta perderse, mis pies se incrustan en la ardiente arena del desierto y Set me observa desde lo alto de una colina, este es su árido reino, su solitario mundo… comienzan a aparecer las rocas del valle, ahora las colinas se dibujan cercanas y escarpadas… Ra ha alcanzado ya lo más alto del cielo, el calor es asfixiante, torturador, la piel de mi espalda es cuero, los pies corcho insensible… sorteo grandes peñascos y me adentro en el valle de los reyes, estoy en el reino de Hathor, la Divina Vaca Sagrada, Señora de Occidente… continuo por una estrecha vereda, hay dos centinelas, apostados cada uno a un lado del camino, hago un penoso rodeo por entre las rocas y consigo pasar sin ser visto… busco el agujero excavado en el acantilado y penetro en él… 
aaah, el frescor es inmenso… apoyo mi espalda ardiente en la fría roca del hipogeo, qué placer, he abandonado un mundo para entrar bruscamente en otro… respiro con pausa, lentamente mis ojos se habitúan a la intensa oscuridad, retiro el sudor de la frente y paso mi mano sobre el blanco faldellín… comienzo a andar lentamente hacia el interior de la húmeda y oscura serpiente, ahora mis ojos ven casi con normalidad, apoyo mis manos en la áspera roca, fría y suave es la arena bajo mis pies, percibo la ligera inclinación descendente de la galería, una brisa fresca surge del interior… desciendo seis escalones, continuo mi camino… estoy en el reino de Osiris, dios de los muertos, dios bueno y humilde, sabio y benevolente, dios de los hombres sencillos, de todos aquellos simples mortales que engrandecen a sus dioses, de los hombres pequeños que quieren ganarse el favor de la vida eterna y vivir junto a Osiris en el banquete perpetuo…

Oh-siris sin ti estaríamos perdidos… tú nos acoges en tu seno, cuando Anubis nos conduce ante ti, con la calidez de los brazos de Isis y Neftis… Ra recorre sin cesar tu mundo, noche tras noche, venciendo al monstruo Apofis, para surgir vigoroso en un nuevo amanecer… Oh Ra, dios creador, poderoso y altivo en tu Barca Sagrada, escoltado por Horus y Tot, tu fuerza es inmensa y tus enemigos se arrodillan ante ti… Oh Ra, tú, misericorde, cuando surcas el río subterráneo, las almas torturadas por su pasado se regocijan a tu paso, son efímeramente felices, les reconforta tu luz divina y por un momento su sufrimiento se torna gozo…

El hipogeo es inmenso, se diría que no tiene fin, excavado en el calcáreo, desciendo tres escalones más, la tosca roca de las paredes da paso a unos muros rectilíneos grabados con bajorrelieves, estoy cerca de la cámara, las yemas de mis dedos tientan los jeroglíficos de las paredes… es el Amduat, el libro de la cámara oculta… alcanzo una estancia rectangular, seis enormes pilares la sostienen del cielo, está extrañamente iluminada con una luz amarillenta y mortecina y en el centro está el sarcófago de cuarcita… es hermoso, inmensas alas adornan grabadas las esquinas, representaciones de Hathor, Isis, Neftis, Anubis, el cartucho real, los símbolos sagrados, Amun portando el Ank… me acerco despacio, acaricio suavemente el sarcófago, levanto la tapa, aquella que colocaron cuatro fornidos nubios. Allí está el portador de vida, lo abro y dentro de éste hay otro, están maravillosamente decorados, abro el tercer sarcófago… la máscara de oro es de otro mundo, está llena de vida… la levanto y allí está la momia, dejo la máscara sobre el suelo de tierra, un viento gélido recorre repentinamente la estancia, la luz mortecina se diría que parpadea, el Amduat se lee sin descanso en las paredes de la cámara. Deslizo con cuidado mi mano bajo la nuca de la momia y comienzo a desenrollar con delicadeza las vendas que cubren su cabeza, mientras acompaño con susurros los freneticos conjuros de Amduat, poco a poco va apareciendo un rostro dormido… ahora su cara está completamente al descubierto, es tan hermosa como altiva, la incorporo hacía mi, me alzo de puntillas e inclino mi cabeza hacia ella, apenas mis labios resecos sienten levemente los suyos… y súbitamente... la reina abre de nuevo sus ojos…

luis corrales