Después de las creencias totémicas y
animistas de las distintas tribus que habitaban el valle del Nilo, llegamos al
Período pre-dinástico donde los cultos de Horus y Set rivalizaban, uno era del
delta, en el norte, y el otro del sur, del desierto. Se cree que eran, junto
con Osiris, jefes de clanes y no dioses.
Los hijos de Horus vencieron a los
seguidores de Set y unificaron Egipto, fundando el llamado Período tinita,
puesto que se establecieron en la ciudad de Tinis. En este período el culto a
Horus era el principal, los reyes gobernaban en nombre de Horus.
Durante un breve período se retornó
al culto de Set, fue bajo el reinado de Peribsen (cuarto rey de la II
dinastía). Pero seguidamente Jasemuy (sexto rey de la II dinastía) concilio los
cultos de Set y Horus.
En el Imperio Antiguo, período
menfita, los reyes se establecen en Menfis y Ptah se convierte en el dios
preponderante.
A partir de la IV dinastía comienza
a florecer el culto a Ra fruto de la influencia del clero heliopolitano,
asentado en la ciudad sagrada de Heliópolis, la ciudad del dios sol, que
propugnaba el destino solar del rey. Sólo el rey podía gozar de la inmortalidad
celeste, tal y como se describe en los Textos de las Pirámides, cuando el rey
difunto va a encontrarse con Ra en el cielo.
Los sacerdotes de Heliopolis se
oponían a la concepción osiriaca del Amenti, e hicieron de éste un lugar
funesto de donde nunca se vuelve, favoreciendo así sus creencias de la morada
de los inmortales, los Campos de Lalu. Surgen las grandes pirámides como
proyección celeste.
Durante la V dinastía heliopolitana
Abusir se convierte en la capital de Egipto, y se produce el triunfo definitivo
de Ra. Aparecen el Libro de los Muertos y los Textos de las pirámides, y Ra
continuará como dios supremo hasta el final de la VI dinastía.
En el Primer Período Intermedio el
culto a Osiris comienza a tomar fuerza como contraposición a la teología
heliopolitana. También durante este período surge la figura de Amón, dios de la
ciudad de Tebas.
En el Imperio Medio el triunfo de
los nomarcas tebanos, los llamados Antef, y concretamente el faraón Mentuhotep
I convierte a Mentu en dios superior por un pequeño periodo, pero con la
llegada al poder de Amenemhat, Amón se convertirá definitivamente en el dios
supremo del Imperio egipcio, y además se produce la revolución teológica
osiriaca, lo que conlleva que todos los egipcios pueden acceder a la vida
eterna, no ya a través de la figura del faraón, sino de manera individual. Durante ese período aparecen los Textos de los Sarcófagos.
Asimismo y fruto de la presión del
clero heliopolitano, y como medida política, Amón se fusiona con Ra,
convirtiéndose en Amón-Ra, aunque en realidad y en la práctica será el dios
Amón quien ejerza de rey del panteón kemita.
La evolución religiosa no sufrirá ya
grandes cambios hasta el final de la civilización egipcia propiamente dicha,
únicamente el breve paréntesis del monoteísmo de Akenatón, quien impuso al dios
Atón en detrimento de las demás deidades, durante unos pocos años.
Restablecidos de nuevo los cultos, Amón
continuará siendo el dios principal de Egipto.
Surgieron distintos libros
funerarios, entre los que destaca el Am-Duat, también llamado Libro de la
cámara oculta o Libro del más allá.
luis corrales